Las artes escénicas siempre nos han contado historias que son el reflejo de la sociedad en cada momento. Los textos, los movimientos, las palabras, la música son el altavoz de las identidades, de los territorios, de las emociones, de nuestras preocupaciones y problemas como miembros de una comunidad y de una sociedad. El teatro, la danza, el circo y la música nos cuentan historias diversas, nos acercan y nos abren la mirada a realidades que no siempre son las nuestras, sobre las que a veces no nos paramos a reflexionar, aunque nos toquen más de cerca de lo que parece. Justamente esa riqueza, variedad y diversidad de historias es lo que nos atrae y lo que hace que volvamos una y otra vez a las funciones y a los conciertos. ¿Pero si desplazamos la mirada del escenario y la fijamos en los patios de butacas? ¿También son el reflejo de la diversidad, de distintas identidades y de personas de contextos y situaciones muy distintas, con sus distintas necesidades, capacidades y vulnerabilidades?